Empezaron a arderme cada una de mis extremidades
con un dolor intenso y muy real
me quedé callada para no empezar a gritar y asustarle.
Quise que supiera el dolor que sentía pero eso aún le haría más daño a él.
Se me fue pasando el ardor en las extremidades concentrándose sólo en el corazón. Sabía que esos eran los últimos latidos de mi débil corazón. De repente se oyó un silencio abrumador, y no latió más en toda mi eternidad.
Me levanté del tirón, sin sentir ningún tipo de mareo.
Me puse en posición de defensa buscándo instintivamente algún peligro, de repente, caí en la cuenta, el peligro era yo.
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